martes, enero 10, 2006

La vida de Helena Petrovna Blavatsky


El que haya existido alguien como Helena Petrovna Blavatsky es un motivo de legítimo orgullo para la Humanidad y, en particular, para aquellos que defienden y se esfuerzan por fundamentar y dignificar ideas semejantes a las que ella tan sabia y profusamente expuso.

De hecho, es imposible que alguien, dotado de conocimiento, de memoria y de respeto, pretenda trabajar en el campo del Esoterismo (del Esoterismo como Ciencia y Filosofía universal) sin prestar su tributo de gratitud y de homenaje a la primera ( por ser pionera), por su indómito coraje, por su titánico sacrificio, por su sabiduría casi sobre-humana , por lo menos en lo que respecta a los últimos siglos.

Helena Petrovna Hahn (el nombre Blavatsky le advino de un matrimonio que, a su pesar, celebró a los 17 años) nació el 31 de julio de 1831, en Ekaterinoslav, al Sur de Rusia. De noble ascendencia social, era nieta de la princesa Elena Dolgorouki, terminó sus días en precaria situación económica, debido a las grandes sumas que canalizó para la obra teosófica, así como a su vida peregrina y aventurera. Viajó un poco por todo el mundo, buscando experiencias, conocimientos y contactos que fueron a revelarse preciosos e indispensables para la magna tarea a la que se dedicó. Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Grecia, Turquía, Estados Unidos de América, Canadá, Méjico, Perú (ver su curiosa referencia en "Isis sin Velo", Vol II, Cap. XV), Palestina, Egipto, Persia, Sri Lanka, India, Tibet fueron solamente algunos de los puntos geográficos donde pasó parte de su vida. Partió de este mundo (físico) el día 8 de Mayo de 1891, en Londres, serena y lúcidamente. Los 60 años de su existencia parecen contener mucho más de lo que podría caber en 60 vidas ordinarias.

La Sociedad Teosófica

En 1875, junto con Henry Steel Olcott, prestigioso coronel americano que había conocido un año antes, con William Quan Judge y con un pequeño grupo, formó la Sociedad Teosófica, cuya sede fue inicialmente en Nueva York pero que, poco después, fue transferida para la India, donde aún hoy se mantiene. La Sociedad tiene los siguientes objetivos:

1) Formar un núcleo de Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de razas, creencias, sexo, casta o color.
2) Promover el estudio comparado de las Religiones, Filosofías y Ciencias.
3) Investigar las leyes inexplicadas de la Naturaleza y los poderes latentes en el hombre.

Helena Petrovna Blavatsky (H.P.B.) nunca quiso ningún cargo directivo en la Sociedad. El Coronel Olcott (íntimo compañero de los ideales y del trabajo de H.P.B.) fue su primer Presidente, sucediéndole en 1907, Annie Besant (la gran heredera del pensamiento y obra esotérica de H.P.B., de acuerdo con la legitimación misma por ésta transmitida. No obstante, fue Helena Blavatsky, la gran pionera, filósofa, científica, investigadora y escritora, que permitió que la Sociedad surgiese, se afirmase con el valor intrínseco de sus principios y de sus estudios, y alcanzase una extraordinaria repercusión en el pensamiento humano. La contribución dada para el progreso de las nociones de ecumenismo, de fraternidad universal y de una Tierra Una, el notable impulso dado en el respetuoso estudio de las tradiciones culturales, religiosas, filosóficas y científicas de todos los pueblos.

La Insigne Escritora

Para la historia, queda principalmente el registro de su obra literaria. Además de innumerables artículos y escritos sueltos (que se fueron reuniendo en antologías, de las cuales se destaca "Five Years of Theosophy", "A Modern Panarion" y "H.P. Blavatsky Collected Writings"), siete libros salieron de su pluma: "Isis sin Velo", "La Doctrina Secreta", "La Voz del Silencio", "La Llave de la Teosofía", "Glosario Teosófico" (que incluye apuntes de otros autores posteriormente acoplados), "En el País de Las Montañas Azules" y "Por Grutas y Selvas del Indostán".

Los cinco referidos en primer lugar pueden, justamente, ser considerados obras-primas de la espiritualidad (o, tal vez mejor, de la ciencia espiritual). Mientras, reconociendo el interés y la grandiosidad de "Isis sin Velo" (con 4 extensos volúmenes) y todo cuanto hizo despertar; reconociendo la joya maravillosamente inspiradora que es "La Voz del Silencio", reconociendo todo eso, nada se puede comparar con "La Doctrina Secreta". No podemos concebir libro de mayor vastedad (no sólo por las cerca de dos mil páginas...), de mayor fulgor, profundidad, universalidad, fascinación e interés, en lo que es explícito, en lo que deja entre líneas, que invita a investigar.

La Doctrina Secreta

No pretendió, jamás, ser una presentación completa de la "Verdad". Citando a Montaigne, escribió H.P.B. al finalizar la introducción de la obra: "Hice apenas un ramillete de flores escogidas… En su poderosa síntesis, son tantos los temas que se van desdoblando, son tantos los abordajes que se entrecruzan en un sistema universal, donde todo está relacionado con todo, es tanta la materia discutida, es de tal modo pionera y sorprendente para la época. Es de imaginar la labor de Helena Blavatsky para expresar su inagotable Conocimiento.
El subtítulo de la obra - síntesis de la ciencia, de la religión y de la filosofía - está plenamente justificado.

Un Himno a Sophía

Se puede comparar "La Doctrina Secreta" a una sinfonía. Innumerables temas se desenvuelven y entrecruzan, surgen, van creciendo, y luego parecen desaparecer, para elevarse otros igualmente fascinantes; entre tanto, aquellos son retomados, más adelante, de modo aún más pujante y suntuoso. Como si fueran los varios instrumentos de una orquesta, H.P.B. recurre a argumentos metafísicos, filosóficos, religiosos, científicos, históricos, arqueológicos, geológicos, fisiológicos, astronómicos, filológicos y etimológicos; introduce una cantidad de citas de gran diversidad; evoca y se apoya en los textos, en los principios, en las enseñanzas y en las terminologías de las tradiciones religiosas, filosóficas, simbólicas y "mitológicas" de los más diversos y diferentes pueblos - en un himno entusiasta al más vívido y demostrado universalismo.

Vale recordar las palabras de H.P.B., hace más de 110 años: "La Filosofía Esotérica concilia todas las religiones, las desnuda de sus ropajes humanos externos y demuestra que la raíz de cada una de ellas es la misma de todas las demás religiones".

Una naturaleza luchadora

Las personas pasan y las obras quedan por eso, vale destacar más su trabajo que como persona.

Detestaba la hipocresía, los prejuicios, la estrechez mental, la vulgaridad erigida en autoridad; se salía de todos los cánones establecidos, que le aburrían y le hacían perder la paciencia; era tenazmente luchadora y, sin embargo, capaz de la más tierna y fraternal amabilidad; entendía que sólo extirpando la raíz de la ignorancia y del egoísmo humano (causas de todos los males) se podría superar la miseria y el sufrimiento pero también era sensible a la filantropía más inmediata y objetiva (por ejemplo, fundó en Londres un club para ayudar a las trabajadoras en situaciones deplorables); "se relacionaba con sus discípulos de muy diferente manera con unos y con otros, adaptándose con escrupuloso cuidado a sus distintos temperamentos. Como instructora, tenía una maravillosa paciencia y explicaba el mismo asunto una y otra vez en todas sus posibles perspectivas" (en "Autobiografía de Annie Besant").

Soportar la carga que H.P.B. tenía sobre sus hombros y además ver su genio y su misión de pionera, incomprendidos y humillados por la mediocridad triunfante que le rodeaba, es una cosa que el hombre común ni siquiera puede imaginarse. Así, qué fuerza y auto-control el de H.P.B. para poder equilibrarse, perseverar y construir.

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